miércoles, 26 de abril de 2017

Llach saca la estaca

Pero es que no se puede esperar otra cosa de alguien que está tocado. Todo nacionalista está tocado en mayor o menor medida y ahí está Puigdemont para demostrarlo.
O Forcadell, esa que se cree con autoridad para explicar a otras personas a quienes tienen que querer y a quienes tienen que odiar. Hay que estar mal para eso. Y acompaña a sus palabras, además, con unos movimientos del brazo propios de personas taradas. No hay ninguna elegancia en sus modales, sino todo lo contrario.
Llach saca la estaca contra los funcionarios que no incumplan su obligación, detalle suficientemente elocuente. Los funcionarios tienen contraído un contrato con los contribuyentes y si lo incumplen demuestran que no son dignos de su confianza y, por tanto, merecen una sanción que puede llegar a ser el despido. Esto es tan obvio que lo sabe cualquier persona que no esté tocada.
Pero es que Llach al sacar la estaca demuestra que sabe perfectamente que la causa que ha abrazado con un fervor tan enfermizo está condenada al fracaso. Exige a unas personas que no conoce que se adhieran a una locura en la que muchos no creen y lo hace sirviéndose de la amenaza.
Si a los nacionalistas les quitan la posibilidad de amenazar, de imponer, de mentir, de tergiversar y de inventar, se quedan en nada.
Luego están esos que han logrado la celebridad porque saben cantar, o jugar al fútbol, o escribir editoriales conjuntas, y ya se creen que porque hagan una cosa bien las han de hacer todas bien.
Ya se lo dijo Angela Merkel a uno de esos que están tocados: Mejor, dedíquese al fútbol. Ella se lo dijo con la mejor intención, pero de ahí a que el melón ese le haga caso va un abismo. Llach podría haberse adaptado el consejo y dedicarse a cantar, pero ya se ve que sus neuronas no dan para tanto sentido común.


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