sábado, 15 de abril de 2017

Cuelgan banderas republicanas

Varios ayuntamientos valencianos han colgado banderas republicanas en sus balcones. Se han servido, todos o algunos, de diversas estratagemas para hacerlo. Que si no son banderas, sino pancartas, puesto que no tienen mástil, etc.
¿Por qué lo han hecho? Pues la única respuesta es que quieren incordiar. ¿A quién o quiénes? A muchos de sus convecinos, sin duda. Pero el caso es que esas personas a las que quieren molestar con su gesto pagan sus impuestos, o sea, que les pagan el sueldo, o parte de él, a esas otras que disfrutan molestándolas. Luego, con la cartera repleta, tendrán la desfachatez de hablar de superioridad moral, o de hacer ver que se sienten moralmente superiores. Viven, parcialmente, en un mundo de ficción. Su deseo de ser moralmente justos pertenece a esa ficción, mientras que su gusto por hacer el mal está claramente instalado en la realidad.
Estos próceres de los ayuntamientos tienen la obligación, porque se les paga para eso, y se les paga con el dinero de los impuestos, de cumplir y hacer cumplir la ley. Esa es la garantía que tienen los ciudadanos de que el dinero con el que contribuyen a las arcas del Estado no será usado en contra de ellos.
Pero vivimos en un país con tan poca tradición democrática que partidos incompatibles con la democracia llevan la palabra democracia en su nombre y los hay que se lo creen. Los hay que están convencidos que los actos contrarios a la ley pueden ser democráticos. Los hay que creen que el perdón que hubo entre ambos bandos durante la llamada Transición fue unilateral y no se dan cuenta de que si no hubiera sido por ese gesto las venganzas mutuas no habrían tenido final jamás. Los hay que son tan egoístas que en lugar de preocuparse por los problemas importantes, como el desamparo de las víctimas del terrorismo o de los desempleados, se aferran a sus obsesiones.

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