jueves, 21 de septiembre de 2017

La estúpida muerte de un Testigo de Jehová

He tenido noticia de que en los últimos días ha fallecido un Testigo de Jehová tras negarse a recibir una transfusión de sangre.
Estas cosas ocurren porque basta con colgarle la etiqueta de religión a cualquier cosa para que se le abran las puertas de par en par y se le otorgue un aura de respetabilidad. En un democracia no debería ser así, porque la ley ha de estar por encima de todo y lo que no se adecue a ella no puede ser tenido por respetable.
La de los Testigos de Jehová, pero no sólo esa, puede ser una religión que convenga especialmente a los bribones, a las malas personas, porque basta con que se ajusten a sus preceptos para que se puedan considerar buenas, e incluso mejores que los demás. Los bribones son, necesariamente, egoístas y esta religión fomenta el egoísmo, hasta el punto de que sus fieles no participan en la vida pública y se abstienen en las elecciones, o sea, que no les importan los demás.
Esta religión está ideada por una mente diabólica, puesto que para ella no existen el bien y el mal, sino tan solo la voluntad de Dios, al que sus cabecillas pueden atribuirle lo que quieran, puesto que, como todo el mundo debería saber, no les va a desmentir. Produce sonrojo el capítulo dedicado a la sumisión, por la cantidad de despropósitos que contiene. Hay que ser muy corto para tragarse todas esas interpretaciones tan alejadas de la verdad.
Que luego crean que por ese camino van a ir al cielo, clama al cielo. Con una idea de Dios tan pobre, que ya tiene tasados en 144 000 el número de los que le tienen que acompañar, realmente no es de esperar que puedan ir muy lejos.
El Estado debería proteger mejor a los ciudadanos. Pensar esto es una utopía, pero por lo menos es justa y tiene base. 

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