sábado, 23 de septiembre de 2017

Tardaban en aparecer los curas, pero lo han hecho

Más de trescientos curas catalanes han firmado un manifiesto en favor de la ilegalidad y de la mentira.
Más de trescientos curas catalanes, los vascos son de la misma clase, fomentan entre sus feligreses la ingratitud, el egoísmo, el odio, el desprecio al prójimo, el gusto por la mentira y el ejercicio de la violencia moral, entre otras bajezas.
Ni el papa ni la curia dicen nada sobre el particular. Se conoce que les parece bien que los sacerdotes estimulen la maldad entre los fieles y abandonen el que debería ser su cometido para hacer incursiones en la política, optando para ello por una ideología nefasta que rompe familias, amistades y todo lo que de sano hay en el mundo.
La Iglesia Católica siempre está hablando de la familia, como si fuera de ella no hubiera nada, y se contradice al optar por la ideología que más familias rompe.
El 13 de junio de 1907, Vicente Blasco Ibáñez publicó un artículo en El Pueblo, diario republicano de Valencia, titulado ‘La lepra catalanista’ en el que, entre otras cosas, dice lo siguiente, que sirve para demostrar la ingratitud y el egoísmo de los catalanistas: «Valencia, que ha sido la Cenicienta del Mediterráneo, en cuyo puerto impera la más honda miseria, por culpa de Barcelona, que lo absorbe todo, que es el verdugo de Levante, que quiere convertir toda España en huevo para tragarse hasta la cascara, que envía a nuestra ciudad sus productos libremente, sin que sufran ningún impuesto a su entrada, y en cambio la pasa, la naranja y la legumbres valencianas pagan un enorme tributo municipal al entrar en Barcelona; Valencia, cuya agricultura muere por imposición del industrialismo catalán, porque catalanes y vizcainos han conseguido la confección de unos infames aranceles que nos tapian los mercados internacionales para la exportación de nuestra fruta, sometiéndonos a una pérdida anual de mas de cien millones de pesetas, que se traduce en hambre y congojas en el campo y languidez en la vida comercial de la ciudad».
Cuando llega la campaña de la renta los curas piden que ponga la equis en su casilla. Lógicamente, no lo hago ni lo haré mientras elementos como estos estén entre sus filas.

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