domingo, 17 de septiembre de 2017

Puigdemont subestima la fuerza de España

El titular podría haber sido que subestima la fuerza de la razón, que es la que asiste a los españoles decentes, entre los que hay un considerable número de catalanes.
No se entiende muy bien por qué ese sinvergüenza apellidado Puigdemont se permite actuar como portavoz de todos los catalanes, como si todos fueran igual de malvados que él. Para entenderlo hay que tener en cuenta su condición de tramposo empedernido y de su condición, de la que es muy consciente, de futuro presidiario, aunque él cree que va a pasar a la historia como un héroe, lo cual es imposible. Companys tampoco fue un héroe, ni mucho menos, aunque los catalanistas, acostumbrados a tergiversar la historia, se vean capaces de dar gato por liebre una vez más.
Un grupo de bellacos, todo lo numeroso que se quiera, insulta a las gentes de bien que cumple con sus obligaciones cívicas, quebranta las leyes y se emplea con gran violencia moral contra quienes no piensan como ellos, ni aceptan sus métodos. Es natural en estas condiciones que la Justicia actúe protegiendo la libertad de todos, que se materializa en unas leyes iguales para todos, que lógicamente son de obligado cumplimiento.
Los ilegales piensan usar la violencia moral contra los mozos de escuadra y los funcionarios forzándoles a ayudarles a delinquir, lo cual supondría un notable quebranto económico para ellos y, seguramente, penas de cárcel. Así son ellos, no tienen freno a la hora de perpetrar el mal.
Pero no contentos con eso, amenazan con usar la fuerza contra los guardianes del orden, porque no otra se puede esconder detrás de las bravatas del infame presidente de Cataluña al que tantos ciudadanos ejemplares, hartos de soportar sus ofensas y agravios, desean ver en la cárcel. No me extrañaría que cuando eso ocurra, que ocurrirá, fueran muchos a visitarlo para echarle cacahuetes a la jaula.


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