domingo, 29 de octubre de 2017

Si Forcadell tuviera dignidad…

Después de haber insultado con saña a España y los españoles y de afirmar de forma obcecada que no acataría al Estado ni a los tribunales de justicia españoles debería dimitir de su cargo e irse a casa, en espera de la Justicia, si procede, la cite en el juzgado.
Hasta una persona tan limitada como ella tiene que haberse dado cuenta de que el Estado ha intervenido las instituciones catalanas y sobre el acatamiento a los tribunales de justicia basta con observar los malabarismos que han hecho para intentar sortearlos. No se han enfrentado a ellos, sino que intentan engañarlos, quizá con éxito. La diputada Gabriel, otra que tampoco da mucho de sí intelectualmente, se sentirá satisfecha de eso, como sus compañeros. Si tuvieran dos dedos de frente lo que sentirían es vergüenza, pero lo suyo es el cutrerío, que se manifiesta en principio con esas camisetas que llevan, con dibujitos y letreros y luego cuando abren la boca para decir algo.
Forcadell no sólo debería dimitir, sino que también debería devolver todos los emolumentos que ha percibido como representante de ese Estado al que ha desafiado de boquilla, ha insultado y contra el que ha maquinado y fomentado traiciones.
Forcadell es una traidora, como toda esa gentuza que ha estado ocupando de forma desleal las instituciones que el Estado regaló a Cataluña, para que pudiera proteger y cultivar aquellas tradiciones y costumbres que merecen la pena y en lugar de eso las han utilizado en contra de quien con tanta generosidad la ha tratado.
Esa gentuza, porque no se le puede llamar de otra manera, que después de haber desafiado al Estado y de causarle unos daños considerables, sigue conservando sus escaños en Madrid, en una exhibición de descaro sólo comparable al de su perversidad.
Forcadell no tiene vergüenza pero ocupando su sitio hace pasar mucha a los catalanes.

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