lunes, 26 de marzo de 2018

Alemania no es Bélgica

Qué comportamiento tan distinto el de un país y otro. Por otro lado, estará contento el Mocho, Puigdemont. Que un chisgarabís como él, insolvente moral e intelectualmente, cuya capacidad de raciocinio es cuanto menos dudosa, sea portada en todos los medios del mundo no es para menos.
Se han solidarizado con él Otegui, Rahola y compañía, y supongo que algún obispo o cardenal, y Artadi, otra que tal. Lo mejor de cada casa.
Han pillado al pillastre y ahora sus simpatizantes, tan limitados e infantiles como él se dedican a destrozarlo todo, sin darse cuenta de que con eso ayudan a sepultar para siempre al independentismo, que hace ya algún tiempo que está muerto, exactamente desde que optó por una vía imposible. Hay que repetirlo muchas veces, por ni aún así la realidad es vista por la mayoría, incluso hay sesudos comentaristas que creen que sigue vivo y que renacerá.
No puede ser que unas personas que cobran del Estado, porque son parte de él, se rebelen impunemente contra quien les paga. Si tanta necesidad tuvieran de independencia cogerían la escopeta y se irían al monte. La realidad es la que es y quienes no la quieren ver se estrellan contra ella.
Esos que están destrozando Cataluña serán vistos por los catalanes del mañana como unos canallas. Los catalanes de pasado mañana pensarán de ellos que fueron unos cretinos. Sus fotos serán contempladas con una mezcla de desprecio y guasa. ¿Qué podrá pensar un catalán dentro de veinte años nada más, cuando quizá algunos de esos sediciosos estén todavía en la cárcel y compare la situación de Cataluña en los años noventa con la que haya entonces, que será bastante inferior? Verá las fotos de Junqueras, Puigdemont, Mas, Rahola, Forcadell…, y no comprenderá, a la vista de la torpeza que emana de sus rostros, que hayan llegado a ser tan decisivos, para mal, en la historia de Cataluña.


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