lunes, 13 de mayo de 2019

Añoranza del zapaterato

Durante el zapaterato no es que se viera venir la crisis, sino que se sabía que era inevitable, lo que ocurre es que si la gente vota sarna, pues sarna; pero mientras tanto nos reíamos, porque aquellos ministros y ministras tenían salero y gracia.
Entonces también estaba Calvo, con la misma cara de vinagre, pero pasaba más desapercibida, porque frases como esa de que el dinero público no es de nadie no mueven a risa, sino que cabrean al personal, que se ha deslomado para ganarlo y luego ve a qué manos ha ido a parar.
En cambio, aquellos esfuerzos denodados que nos participó Pepiño que hizo para no influir en los electores estadounidenses sí que nos ayudó a reírnos un poco mientras veíamos desmoronarse todo. De la misma entidad jocosa fue aquello de Zapatero de «acuerdo para favorecer y para follar  el turismo». Jamás podrá el engreído Sánchez, ese doctor sin gracia, ni decencia, hacernos reír tanto.
Otra ministra de la época, o sea, del zapaterato, hizo sus incursiones lingüísticas e inventó la palabra conyugüe, la misma que dijo que una ministra puede nombrar a quien le salga de los cojones, y nadie podrá negar que por negros que fueran los nubarrones sobre la situación económica del país era imposible no reír.
Debían de ser los tiempos, porque un candidato socialista, en Valencia, prometió camas individuales en los hospitales. Mientras que otra ministra en Madrid hablaba de poner un teléfono para «resolver las dudas de los maltratadores».
Se nos anunció un acontecimiento sideral, que no sabemos si ocurrió, pero sí que uno de aquellos ministros gloriosos que nos llevaron a la ruina calificó a Rajoy como vuvuzuela, y luego, en un gran alarde intelectual afirmó que la crisis es una injusticia, y a continuación culpó a los ciudadanos por tener una atituz pasiva.
O sea, mientras venía esa crisis nos teníamos que reír, de grado o por la fuerza, pero la próxima, que está al caer, será adusta y tenebrosa.

No hay comentarios: