miércoles, 15 de mayo de 2019

Marina Garcés, antidemócrata

Esta señora se presenta como filósofa, tiene la carrera de filosofía y ejerce como profesora de la disciplina. Sin embargo, falla en algo tan básico como el respeto a los ciudadanos.
Se presenta ante un tribunal de justicia, en un caso de extrema importancia, y su actuación es bochornosa desde el prisma de los más elementales principios de educación cívica. Para quienes la citaron para dar testimonio, no cabe duda, porque ellos son así, que ha cumplido los fines por los que fue elegida.
Hay que recordar, y no cabe duda de que esta autodenominada filósofa, que no parece ser más que una profesora de filosofía, se le ha olvidado que tanto la democracia como la civilización se basan en el respeto y el cumplimiento de la ley.
Los jueces son los garantes de la misma y los mejores defensores de los derechos de los ciudadanos, especialmente de los mas vulnerables. Si no fuera por los jueces, los poderosos podrían hacer lo que les diera la gana, aplastando, si les place, a los más indefensos.
Y ese es el caso en el que ella ha intervenido como testigo. Un tribunal está juzgando a unos poderosos para dilucidar si se han extralimitado en sus funciones.
Un ciudadano decente, y más todavía si presume de filósofo, con el ánimo de ayudar a ese tribunal a esclarecer la verdad. Nos interesa a todos que la verdad reluzca. Si se consigue negar la verdad, para que venza la mentira, los más indefensos salen perdiendo siempre.
Y ella, en lugar de intentar ayudar al tribunal, lo que procuró fue sacarlo de sus casillas, tomándole el pelo, hablando de alucinaciones y cafés pendientes, dando la impresión de que lo que pretende es desacreditar al tribunal, faltarle al respeto, burlar a la justicia, en suma. La educación que ha recibido no parece que sea muy buena. 

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