Todo lo que tiene que ver con Sánchez es caótico. Sánchez es el caos. Mientras se mira al espejo, y no hace otra cosa en todo el día, todas las partículas que tienen que ver con él chocan unas con otras. No hay nada que hacer con esto, el sistema está diseñado así, quizá porque preveía que un día aparecería alguien que lo sabría aprovechar, et voilà, apareció Sánchez. El guaperas. Si no fuera tan bello, no habría llegado a presidente. Pero ahí está, dando por saco sin parar.
Nos dijo que había salvado a cuatrocientas o cuatrocientas cincuenta mil personas. Siempre dice lo que le da la gana, y con la convicción de que los prófugos, los etarras, los golpistas, los rufianes, etcétera, apoyarán todo lo que diga y que, por tanto, lo que diga no tiene vuelta de hoja. Bien, pero ahora el Tribunal de Cuentas, que juega en otra liga, ha venido a decir que no tiene ni puta idea de nada, y que la gestión del virus chino fue con faldas y a lo loco, o sea, a la remanguillé. Y que no salvó a todos esos que dijo, sino que murieron 135 207. En esta cifra están incluidos los 7291, ¿me siguen, me siguen?
Puesto que toda la gentuza lo sigue apoyando, sería buena cosa que nos diéramos cuenta de que no va ser fácil quitárnoslo de encima, y encima Feijóo está taponando a Ayuso, que sería la predestinada a acabar con él, lo cual sería justicia poética, pero nos hemos de conformar con lo que la vida nos dé, y en este caso parece ser que es la paciencia, que surge de la seguridad de que España no hay quien la rompa, y que cuando parece que la cosa no tiene remedio, ocurre que sí que tenía, pero no lo veíamos.
Bien, pues de momento estamos en el caos y hemos de tener paciencia.