martes, 23 de febrero de 2016

Camps no carbura bien

Cualquier persona decente que acceda a un cargo público debería notar sobre su cabeza el peso de la responsabilidad y debería sentir el temor de no estar a la altura de lo que exigen las circunstancias.
Los políticos que nos gastamos en España, en cambio, se sienten como niños a los que los Reyes Magos les han traído un juguete. Se sienten poderosos con él y actúan, o sea, lo rompen todo. Luego no se sienten responsables de nada. ¡Ojo, que yo he ganado todas las elecciones!, dice el melón este, y cree que las volvería a ganar, sin tener en cuenta la hostia que se ha dado Rita Barberá, que también arrasaba.
Sin ir más lejos, Camps ha sido tan pernicioso para el Reino de Valencia como Zapatero para el de España. El descalabro financiero ha sido parecido. Las arcas valencianas no sólo están vacías, sino que tienen un agujero enorme. Pero que no se preocupe: le ha sucedido otro melón, éste con peluquín, que también da la impresión de que tiene las facultades mentales algo mermadas.
Habría que preguntarle a Camps qué necesidad había del nuevo Estatuto y de incrementar el número de diputados y por qué incluyó en el mismo a la malhadada Academia Valenciana de la Lengua.
Bajo su mandato desaparecieron Bancaja, la CAM y el Banco de Valencia. ¿Cómo es posible que no se sienta afectado por estos hechos que tanto quebranto han producido por estas tierras? Los accionistas del Banco de Valencia han perdido todos los ahorros que tenían invertidos en acciones de este banco, que se le regaló posteriormente a una entidad catalana, sin que nadie lo haya podido evitar. ¿Hacía dónde miraba Camps cuando estas entidades valencianas actuaban de aquella manera? ¿Qué puede decir del despilfarro habido en la Copa América, la Fórmula 1, el Ágora y otros varios?
Tiene motivos para estar avergonzado.

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