Al parecer, Santiago Abascal ha hecho
alguna propuesta sobre las armas de fuego, aunque luego Rocío
Monasterio la ha matizado alegando que en realidad se trata de poder
tener un cuchillo jamonero en casa, cosa que ya, salvo error por mi
parte, es posible.
En lo que a mí respecta, jamás tendría
armas de fuego en casa, excepto si me desplazara a vivir en una zona
deshabitada y susceptible, por tanto, de sufrir algún asalto.
Tener un arma de fuego es una tentación
que no todo el mundo sabe resistir. En mi caso prefiero no tener que
hacer que hacerlo. Un cuchillo, jamonero o de cualquier otro tipo
también lo es, pero mentalmente se les relaciona más con las cosas
de comer. En cambio, un puñal o un arma de fuego están hechos
específicamente para matar.
En lo que sí que estoy de acuerdo es en
que las leyes deberían proteger más la propiedad privada y
fundamentalmente el hogar. Quienes ocupan ilegalmente una casa
deberían ser desalojados inmediatamente y puestos a disposición del
juez, para que les hiciera pagar, en efectivo o con duras penas de
cárcel, los daños causados en la vivienda que hubieran ocupado.
El fenómeno ocupa ataca directamente a
la civilización y no hay más que ver que los políticos que lo
defienden procuran que no les pueda pasar a ellos. Es decir, son muy
cínicos. Saben que están haciendo mal y se cubren para que no les
alcance lo que procuran para otros.
Los asaltos a los domicilios y la
legítima defensa de los dueños, si se hubiera producido, también
deberían tener una normativa clara y a la vez disuasoria. La pena
por agredir, lesionar o matar a alguien en su propio domicilio
debería ser la máxima en cada una de las categorías. Quien se
hubiera defendido de un ataque en su casa debería disfrutar de todas
las eximentes.
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