jueves, 27 de noviembre de 2014

Freixenet y la nacionalista

Una diputada nacionalista, que atiende al nombre de Elena Ribera, ha dicho que Freixenet acaba de perder dos millones de consumidores.
Con ello ha demostrado una vez más que el nacionalismo es incompatible con la democracia, puesto que no tolera más que la sumisión a sus postulados, y que cree que dos millones de personas la van a obedecer por que sí. Considera que esos dos millones de personas están suficientemente fanatizados en su odio a España como para dejar sin trabajo a los catalanes que tiene en nómina la empresa catalana.
El caso es que el anuncio de Freixenet que ha motivado ese comentario tan estúpido sería visto como normal en cualquier país civilizado y no sometido a una campaña agobiante en la que se incita a odiar todo lo que supuestamente tenga que ver con España.
Si Cataluña ha alcanzado un progreso envidiable ha sido en el seno de España. Suponer que si Cataluña hubiera sido independiente habría alcanzado el mismo nivel de confort es un tanto atrevido, porque no hay modo de probarlo. Son muchas las variables que intervienen en el asunto.
Y una vez que Cataluña está enriquecida unos cuantos catalanes quieren volverla a la pobreza, pero esto tampoco es todo. La mayor parte de los catalanes se a empobrecer, pero unos cuantos se están enriqueciendo.
En democracia no se imponen las ideas, ni se aísla o castiga a quienes no las asumen. Eso de que dos millones de catalanes dejen de consumir Freixenet porque su dueño no es partidario de la secesión, si se diera el caso, demostraría que la salud mental del pueblo catalán deja mucho que desear. En todos los hogares de España hay productos catalanes, lo cual desmiente el supuesto odio de los españoles a Cataluña. El odio tiene una dirección opuesta y no surge de forma natural, sino que es inducido por unos cuantos pájaros de cuenta. Elena Ribera sólo quiere hacer méritos.

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