sábado, 26 de marzo de 2016

¡Estábamos hartos de Rita Barberá!

Llevaba mucho tiempo en alcaldía. Se pueden pensar varias cosas a este respecto. Por ejemplo, el de que la gente se cansa. Incluso Churchill y De Gaulle perdieron elecciones que pensaban que iban a ganar. E incluso Adolfo Suárez tuvo que salir del gobierno de forma inmerecida, para dar paso a una sucesión interminable de botarates.
Pero ninguno de los casos anteriores es el de Rita Barberá, que se dio una hostia, según manifestó ella misma. ¿Es que la gente empezó a intuir que no todo era trigo limpio? ¿Es que los votantes se dieron cuenta de que además de las sonrisas en el balcón y en el Mercado Central había una cara B de la que no se hablaba tanto? Yo conocí la cara B. Coincidí con ella en una tienda ¡de bicicletas!, y me atreví a hablarle. Me mostró esa cara y todavía me dura el pánico. Quiero significar que entre ella y yo no hay una corriente de simpatía. Tampoco estoy de acuerdo con muchas de las cosas que hizo como alcaldesa. Habría preferido otro tipo de persona para ese cargo. Creo que Valencia tiene un gran potencial y necesita una persona con sensibilidad especial para darse cuenta y organizar las cosas de modo que cristalice en una realidad.
El problema es que a Barberá la ha sucedido un Ribó, y por ahí sí que no. A Ribó, aficionado al ciclismo, habría que regalarle una bicicleta capaz de llevarlo bien lejos. Huyendo del fuego hemos caído en las brasas. Cuando todo va mal hay que tener en cuenta que aún puede empeorar. A Rita Barberá, esa alcaldesa que pudiendo pasar a la historia con letras grandes lo hará con letra menuda, jamás se le habría ocurrido no condenar al terrorismo. De Rita Barberá se pueden rescatar algunas cosas buenas, cosa que no ocurre con el pájaro que la ha sucedido.

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