miércoles, 16 de marzo de 2016

Rita Barberá dará espectáculo

Ella es un espectáculo en sí misma, pero como tiene tan pocas luces y es tan vulgar todo lo interpreta en clave egoísta. No sería extraño que se hubiera creído que era alcaldesa por designio divino, que los votantes no hacían más que acatar la voluntad del cielo y que sus opositores estaban como adorno.
Es torpe, porque pudiendo haber pasado a la historia como una gran alcaldesa, lo hará de forma lamentable. La imagen suya que figurará en los libros de historia será la cara B, esa que hace que quienes la ven sientan deseos de echar a correr y no parar hasta estar bien lejos. La que tan bien conocen los funcionarios del ayuntamiento.
El hecho de que ahora se le rebote hasta Alfonso Grau no hace presagiar nada bueno. Por cierto, este señor podría habérsele rebotado antes. Ahora es más fácil.
Baste recordar lo que hubo que hacer para que dimitiera Camps, a pesar del desastre en que se había convertido el gobierno valenciano, para entender lo que costará conseguir que dimita ella, que está pegada al escaño con un pegamento mucho más fuerte.
En España no hay hábitos democráticos y los políticos españoles piensan que la política es una profesión. Muchos de ellos no han trabajado en otra cosa. Un político que desea servir a los ciudadanos comprende, cuando su presencia es perjudicial para la nación o su partido, comprende que debe marcharse. Si luego resulta absuelto mejor para él y su partido, pero es no significa que tenga que volver. Nadie es imprescindible y un partido que se precie tiene recambio para todos. Eso habría que explicárselo a Camps, pero también a muchos más de otros partidos. A Besteiro, por ejemplo.
Se conoce que Rajoy ha visto que la tarea para convencer a Rita tendría que ser ciclópea y se ha agotado sólo de pensarlo. En esta tesitura ha optado por apoyarla.

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