sábado, 18 de junio de 2016

Los Reyes, en San Sebastián

En España hemos llegado a un punto imbécil, en el que al llegar la democracia de sopetón y pillarnos por sorpresa se dio rienda suelta a todo, por pensar que consistía en eso.
El caso es que ahora tenemos en liza a una serie de artificios políticos, que no han sido demócratas nunca, ni lo serán jamás, porque no pueden serlo, aunque siempre tienen la palabra democracia en la boca.
Fruto de esta imbecilidad es la exposición que han tenido que inaugurar los Reyes en San Sebastián en la que se trata al terrorismo como un fenómeno cultural. Hay muchas maneras de mirar las cosas, y cada una de ellas defina a quien las mira. Por ejemplo, ese modo de ver el terrorismo es de una ridiculez y de una bajeza moral insuperables. El terrorismo es un fenómeno que precisa de seres irracionales, cobardes y de una infraestructura social compuesta por seres moralmente anestesiados e ideológicamente enardecidos por unas ideas basadas en la mentira, la fantasía, el odio y el egoísmo.
Cualquier sociedad debería avergonzarse de haber albergado en su seno a una organización terrorista. La sociedad española debería estar asqueada de sí misma por no haber sabido hacer frente de forma unánime y decida a esa banda de desalmados. El hecho de que el gobierno español haya negociado con esos malhechores es una humillación y un fracaso de la sociedad española.
ETA ha vencido. El terror ha derrotado a los españoles, como lo prueba esa exposición, con esos contenidos tan infames, la presencia de Bildu en las instituciones, la chulería de los etarras, los atentados sin resolver y el olvido de las víctimas.
Para una sociedad que se precie, las víctimas del terrorismo deberían ser objeto de atención preferente, y todas las reivindicaciones suyas que estuvieran dentro la legalidad atendidas sin demora. No es eso lo que ocurre.

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