lunes, 12 de febrero de 2018

Anguita está como una cabrita

No es el primero ni el único melón que accede a las cumbres de la política. Reciente es el caso de esa señora que pasa sin solución de continuidad de manifestar su gusto por la guillotina (para otros) a guillotinar la gramática como si tal cosa, componiendo su natural sonrisa boba.
Pero aunque la citada señora y Anguita estén muy próximos ideológicamente, quizá en el mismo bando, a él cabe suponerle que intenta ser buena persona. Al menos, lo demostró al renunciar a las prebendas que le correspondían tras su paso por la política, cosa que no han hecho otros, que después de haber causado grandes perjuicios a la nación en el desempeño de sus cargos hay que pagarles unos emolumentos considerables durante el resto de sus días.
Después de haberle reconocido su honradez, al menos con los datos que hay a la vista, hay que decir también que su cerebro es bastante simple. Carrillo, su antecesor, sí que tenía una gran inteligencia y lucidez para según qué cosas, porque daba la impresión de que albergaba un odio tan intenso en su interior que le nublaba la vista, ese odio condicionaba su sistema de pensamiento de manera palpable.
No creo que Anguita sienta odio, lo que ocurre es que tiene una tendencia a desbarrar que entristece, porque si por un lado ha dado motivos para que se le admire, por el otro impide que se le tome en serio. En sus mejores tiempos dijo la memez de su vida, al considerar a Heráclito como el primer izquierdista de la historia, por su «todo fluye, todo está en movimiento y nada dura eternamente». A él le parecería un pensamiento profundo y luego, a lo largo del tiempo, siempre ha estado a esa altura, diciendo una detrás de otra. Últimamente lo llamaron a desbarrar a TV3, que es un sitio en el que se desbarra habitualmente y en el que las burradas se reciben del modo más propio: con la seriedad asnal.

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