miércoles, 21 de febrero de 2018

Anna Gabriel, en Suiza

Con su actitud ha demostrado, igual que antes lo habían hecho otros, que estaba convencida de que iba a quedar impune.
Cuando se ha dado cuenta de que no era así, de que lo que iba haciendo podía tener consecuencias penales, ha matado al personaje que venía representando y ahora no se sabe si ideará otro personaje más acorde con la normalidad o si optará por el camino más corto, que es ser ella misma.
El caso es que se han visto dos cosas, su creencia en la impunidad, y seguramente tenía base para creer en ella a la vista de las manifestaciones de aquellos momentos de Pedro Sánchez y Riverita, que son muy distintas de las que hacen ahora, a causa del discurso del Rey, por un lado, y de las nuevas circunstancias por otro, y también se ha visto, y esto es lo más importante, que representaba un papel.
Ella se había fabricado un personaje a la medida de cierto sector social, con el fin de que le diera su voto, porque en política los votos, a partir de cierto número de ellos, se convierten en dinero. Anticapitalistas se dicen, pero no perdonan ni un céntimo. Pelean por el dinero, digo por los votos, se disfrazan, montan numeritos, simulan ser bastos y malhablados, todo lo que haga falta con tal de vivir del presupuesto público.
Ha elegido Suiza para escaparse y parece que para llegar a esta decisión ha tenido que estar muy bien asesorada, al más puro estilo capitalista. Se habrá servido seguramente de un bufete de abogados con experiencia en el derecho internacional, que habrá explorado las posibilidades que ofrece cada país y al final el país elegido es el más capitalista de todos.
Quizá tenga estudiado también el modo en que se ha de ganar la vida en lo sucesivo y mientras tanto las gentes de su partido seguirán engañando a sus votantes.

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