viernes, 9 de febrero de 2018

Torrent, el president

Hace algunos años una periodista escribió un artículo en el que hablaba de Torrente. Puesto que, todo el mundo ha podido comprobar infinitas veces, los tontos están estratégicamente situados, enseguida salieron unos cuantos poniendo el grito en el cielo, porque el nombre oficial ya era Torrent.
Lo del grito en el cielo es literal, los rebuznos debieron de lastimar los delicados tímpanos de San Pedro, pero ya se sabe que los catalanistas son muy ‘pacíficos’, como les vienen haciendo ver a quienes no se tragan sus bolas ni sus trolas. Una vez escribí Benisa y casi me matan. Ellos pueden traducir Zaragoza a su dialecto, llenando el nombre de eses, o Madrid, o Teruel. Se consideran con derecho a hacer lo que les dé la gana. 
Pero este Torrent no es el nombre oficial, sino su apellido y cuando fue elegido la sabiduría popular le encontró acomodo rápidamente: ‘Torrent, el braz tont del Parlament’. Se conoce que eso a él no le sentó bien y tomó medidas. La primera consistió en dejarse barba, con el fin de imponer respeto. Lo segundo, irse a Bruselas en jornada laboral, lo cual quizá haya tomado nota un juez con el fin de incorporarlo a la instrucción cuando le llegue el turno. Lo tercero, acudir, también en jornada laboral, a la cárcel de Estremera. Lo cuarto, decir una frase para la posteridad, para demostrar que piensa: «la prisión no puede encarcelar ideas», ha dicho, y se supone que se ha quedado tan ancho.
No sólo ha dicho esa sandez, también se ha mostrado crítico con el juez que mantiene en prisión a unos cuantos y que otro día puede decidir mandarlo a él. Porque lo hacen los que están en la cárcel no es pensar y en cualquier caso no están encerrados por cualquier cosa que se parezca a tener un pensamiento o una idea, sino por presuntamente haber cometido delitos, y de eso los tontos, lógicamente, no pueden darse cuenta.

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