lunes, 21 de abril de 2014

Esperanza Aguirre, los españoles y los toros

Ya se va viendo desde hace tiempo que no es necesario ser una lumbrera para dedicarse a la política, puesto que lo que más abunda entre los que viven de ella es lo contrario, o sea, la obtusidad.
Se puede entender que las cosas sean así, puesto que los políticos deben hacer y decir cosas que entienda la mayoría, pero sí que sería conveniente que no sólo fueran expertos en el peloteo y en el manejo de los resortes del poder, sino que también fueran conscientes de sus limitaciones y antes de pronunciar un discurso lo consultasen con personas entendidas, para evitar decir burradas.
En el caso de Esperanza Aguirre cabe la posibilidad de que las burradas las dijese aposta, llevada por su afán populista y por su deseo de seguir en el candelero, cosas estas que proporcionan un cierto poder.
Es cierto lo que ha dicho de que el rechazo a los toros por parte de algunos se produce por ser una fiesta española. No tienen en cuenta que sólo hay una ciudad en España que ha tenido dos plazas de toros al mismo tiempo.
Pero eso de que los toros reflejen la esencia misma de nuestro ser español, se lo debe de haber inventado ella. Yo no soy antitaurino, pero nunca he ido a una plaza de toros a ver una corrida. No soy partidario de los riesgos gratuitos, sí que entiendo que hay que correrlos cuando es necesario, como fue el caso de Suárez cuando se enfrentó a Tejero. Sí que me gustaría que se prohibieran de inmediato los toros en calle, porque en ellos no hay arte que valga para justificar la barbarie. En lo que respecta a las corridas, el riesgo se ha minimizado bastante, porque quienes se enfrentan a los toros son profesionales muy preparados y la medicina suele solucionar los percances que se producen. La Fiesta se está muriendo ella sola.

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