viernes, 18 de abril de 2014

Fabra imita a Pujol

Algún día habrá que explicar el daño que hace el nacionalismo, esa ideología perversa que cautiva a tanta gente que, por desprevenida, desconoce los perjuicios que le causa. Y no sólo al entendimiento.
En el caso concreto del Reino de Valencia, cuyo nombre oficial es Comunidad Valenciana, porque la palabra Reino les produce urticaria a quienes quisieran verlo como sucursal de otra Comunidad Autónoma, se da el caso de que alguien ha tenido la 'genial' idea de [mal]parir una asignatura llamada Cultura Valenciana. Es decir, alguien ha tenido esa 'genial' idea y nadie le ha dicho que eso es una solemne tontería, tan dañina como cualquier actividad llevada a cabo por un tonto.
Eso de implantar artificios sobre los que se sustenta una patraña que sólo beneficia a quienes viven de ella no es serio. Es cierto que algunos tienen a Pujol, Jordi Pujol, por una persona seria y hasta incluso hay quienes lo consideran un estadista. Pero eso es porque no han leído su libro La inmigració. Problema y esperança de Catalunya (Nova Terra, Barcelona, 1976).
Lo que tiene que dar un gobernante que se precie es fomentar la cultura al máximo. Cultura sin etiquetas. Si lo que se pretende es levantar muros entre unos y otros o subrayar diferencias, el invento no puede llevar una etiqueta cultural, sino que entra en lo que se conoce como adoctrinamiento nocivo.
¿Qué se va a enseñar en la Cultura Valenciana? ¿Esa salvajada que son los toros en la calle? Debería fomentarse lo contrario, algo que tuviera que ver con la educación y el buen gusto. ¿Cómo puede denominarse cultura algo que sólo sirve para descargar adrenalina porque está en juego la vida o la integridad física de quienes se arriesgan?
Deseamos tener un gobierno civilazado y cuidadoso con nuestras cosas y nuestro dinero y nos encontramos con uno más propio de siglos anteriores.

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