martes, 29 de abril de 2014

Navarro y Fernández, agredidos en Barcelona

Y luego, cuando digo que el catalanismo es violento por naturaleza se enfadan los catalanistas. Pero es que no hay más. No toleran la disidencia.
He pedido en la Feria del Libro de Valencia, que se celebra en estos días, que me anuncien en español y no quieren. Han impuesto, como idioma único, el catalán. El Gremio de Libreros de Valencia debe de sufrir mucho al ver que inmensa mayoría de los libros que se venden y los actos que se celebran son en español. Pero la anécdota sirve como prueba de que a los catalanistas les gusta imponer. Y no es que les guste, es que es la única opción que admiten. La de imponer sus criterios.
Navarro y Fernández, que por exigencias del guión en ambos casos, quedan ligeramente fuera de los designios catalanistas han tenido que soportar las incomodidades que generan estas actitudes.
¡Ah, si viviera Terenci Moix! Escribió en catalán en los tiempos franquistas y en español en los pujolistas. Hoy en día habría tenido que seguir los pasos de Albert Boadella o Félix de Azúa.
Si uno mira el calendario, se da cuenta, sin demasiado esfuerzo, de que nos encontramos en 2014. Pues bien, en este año 2014, hay que repetirlo, se siguen usando los términos maulet y botifler. Uno se pregunta por lo que tendrán que ver estos apelativos, maulet y botifler, con la democracia. Para encontrar la respuesta tampoco hay que esforzarse demasiado. Nada.
Pero ahí están los catalanistas, repartiendo insultos y bofetadas a quienes, por imperativo del guión, no se tragan sus ruedas de molino.
Lo de Abert Boadella es peor. Como su decisión de no tragarse las ruedas de molino no obedece a las exigencias del guión, sino a su real gana, la sola mención de su nombre les provoca urticaria a los antediluvianos catalanistas. Ellos son el origen del mundo, ellos tienen la verdad de las cosas.

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