martes, 16 de junio de 2015

Goethe, por ejemplo

 
En estos tiempos que corren en los que se nos quiere hacer creer que unos chistes groseros, nauseabundos, infames, tienen gracia, quizá sea conveniente subir un nivel para ver las cosas con mejor perspectiva.
Para los insidiosos va bien el poema 'Ladrador':
Cabalgamos por el mundo
En busca de fortuna y de placeres
Mas siempre atrás nos ladran,
Ladran con fuerza…
Quisieran los perros del potrero
Por siempre acompañarnos
Pero sus estridentes ladridos
Sólo son señal de que cabalgamos.
Esta que sigue creo que no la van a entender muchos, pese a que una de las palabras de moda es 'empatía'. En cualquier caso, los que se ríen los chistes de las gentes de Podemos no lo pueden entender:
En cualquier ser siento al hombre, al dios, al gusano, al loco, al humano eternamente parecido a mí.
El sabio alemán también tiene algo para los amantes de las venganzas espectaculares, con guillotinas y hachas:
La más cruel de las venganzas consiste precisamente en no vengarse.
Los hay que se desesperan a la vista del actual estado de cosas de España. Quizá no haya para tanto:
Cuanto hacemos tiene consecuencias. Pero no siempre lo justo y razonable produce consecuencias felices, ni lo absurdo consecuencias desfavorables, sino que a menudo acontece lo contrario.
El maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela, aparece de vez en cuando. Concretamente, siempre que cree que puede dar una lección al prójimo. Goethe tiene un método para clasificar al personal:
El que no sabe llevar su contabilidad por espacio de tres mil años se queda como un ignorante en la oscuridad y sólo vive al día.
Lo que sigue no es un chiste, aunque a algún animal, y lo digo con cariño, pueda hacerle gracia:
En un momento dado de la vida, morimos sin que nos entierren. Se ha cumplido nuestro destino. El mundo está lleno de gente muerta, aunque ella lo ignore.

 

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