jueves, 25 de junio de 2015

Muere a causa de dos cornadas

El culto al pasado es la secuela que dejan los nacionalistas. Claro que para ellos no es una secuela, sino una necesidad. Por si faltara poco, ese pasado muchas veces es inventado, tergiversado o exagerado.
La cuestión es que ese culto se ha revelado como una herramienta eficaz para aquellos que quieren vivir del cuento y ya no son sólo los nacionalistas quienes se sirven de él. Así pues, hay muchos que defienden una atrocidad como la del Toro de la Vega, en Tordesillas por el simple hecho de que es una tradición.
Si los políticos mirasen hacia el futuro, en lugar de poner la vista en los tiempos pretéritos, y pensasen en lo que más conviene a los ciudadanos, ya llevarían tiempo tratando de convencer a la gente que lo de los toros en la calle es una salvajada impropia de los tiempos modernos. A las personas adultas y civilizadas no les puede gustar una cosa así, que simplemente consiste en arriesgar la vida sin necesidad, al tiempo que se maltrata a un animal por capricho.
En las corridas taurinas al menos hay arte, pero en los toros en la calle no hay más que estupidez. Pues hay políticos que han prohibido los toros en la plaza y hay políticos que han protegido los toros en la calle. Por mi parte, nunca he asistido a una corrida de toros, ni pienso hacerlo.
En uno de estos festejos silvestres de la calle ha encontrado la muerte un señor casi octogenario, a causa de las cornadas que recibió. Es obvio que los años, por sí mismos, no dan la sabiduría, porque si así fuera este señor no habría estado ahí. Si hubiera ido a un museo estaría vivo y tendría el gusto más refinado.
Cuando el nacionalismo está de moda, también lo está la irresponsabilidad, así es que ninguno de los que promueven y fomentan este tipo de diversiones se sentirá culpable.

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