viernes, 6 de enero de 2017

La cabalgata de Vich

A estas alturas, el hecho de protestar por la cabalgata de Reyes Magos de Vich, que alguno ha calificado como pederastia, viene a resultar ingenuo.
Ni es la primera atrocidad que han hecho los nacionalistas, ni será la última. En algún país se ha propuesto la ilegalización de los nacionalistas, y en España, cuya Constitución es reciente, se podría haber empezado por no permitirlos, con lo cual nos habríamos ahorrado la mayor parte de los asesinatos de ETA, y seguramente la crisis económica que arrastramos. No tendríamos que soportar tampoco a Bildu, ni a ninguno de los partidos dañinos que sufrimos. Habría bastado para ello con que los redactores de la Carta Magna hubieran querido servir al país, en lugar de querer demostrar a todos que eran más demócratas que nadie, intento que les llevó a regalar armamento pesado a los enemigos de la democracia, que son los nacionalistas.
El nacionalismo ha generado unas bandas terroristas, cuya brutalidad no debería ser observada con tanta indiferencia, porque ésta permite que los nacionalistas estén intentando lavar a la banda etarra. Terra Lliure ya está lavada, porque muchos de sus componentes están integrados e un partido político.
El nacionalismo induce al odio y no le importa hacerlo a edades tempranas, arrebatando la niñez a quienes deberían disfrutar de ella, y convirtiéndolos en animales que no respetan a la verdad ni al prójimo.
Los padres de los niños de Vich son los que han votado a los políticos que han perpetrado esa canallada, y los siguen sosteniendo y animan a sus hijos a que se conviertan en seres perversos.
Vich, entonces, pasa a ser un pueblo maldito, como tantos otros, entre los que destacan Andoáin y Alsasua. No es de esperar que los vecinos de este pueblo, ni de los otros, recapaciten, porque cuando la capacidad de pensar se deteriora de tal modo es difícil que pueda volver al estado de cordura.

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