domingo, 4 de noviembre de 2018

Acerca de la columna de hoy de Enric González

Habla de los emigrantes, esos seres que abandonan su país en busca de un futuro mejor, y muy a menudo simplemente de un futuro.
Escribí hace mucho tiempo, quizá hace más de diez años, que las nuevas tecnologías permiten que las gentes de los países más pobres puedan ver cómo se vive en los desarrollados y que eso iba a propiciar una ola migratoria imposible de contener. O sea, que lo mismo que yo todo el mundo podía ser consciente de lo que se nos venía encima. Dije también que ese problema solo lo podía resolver la ONU y que era urgente que las naciones se pusieran de acuerdo para refundarla y otorgarle más posibilidades de actuación. No ha sucedido eso, el egoísmo de las naciones sigue intacto, el de las democráticas, pero sobre todo el de las comunistas. Si los dictadores cedieran competencias a la ONU sus días como tales estarían contados. De modo que la humanidad no puede hacer frente a ese problema que se le viene encima porque sus estructuras son defectuosas.
Pero hay otro problema igual de grave o más. Aquellos partidos cuya doctrina está basada en el egoísmo y el odio, o sea, todo lo contrario de lo que se necesita para afrontar el problema migratorio, se han hecho más fuertes y se han multiplicado. Me refiero a los nacionalismos, evidentemente, que deberían estar prohibidos en todo el mundo por motivos profilácticos. Autorizar partidos nacionalistas es como tomar una dosis de cianuro a diario, un modo de irse matando. Y por si éramos pocos, parió la burra. Han surgido los partidos cuyo ideario está basado en el resentimiento y la venganza, o sea, los populistas, los podemitas en España Con el agravante de que tanto nacionalistas como populistas utilizan a los inmigrantes como munición contra aquellos a quienes previamente han señalado como enemigos.
El propio diario en el que escribe Enric González apoya a nacionalistas y populistas.

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