sábado, 24 de noviembre de 2018

Gibraltar, la última maldad de Inglaterra

Cuando el gobierno español de entonces protestó por la visita oficial de Carlos de Gales a Gibraltar, la Gobernadora Suprema de la Iglesia de Inglaterra, en una actitud que más parecía de zángana que de reina, dijo: Se trata de mi hijo, mi barco y mi roca.
Inglaterra se inmiscuyó en la Guerra de Sucesión española porque Felipe V era nieto de Luis XIV y éste, al contar con la Monarquía universal española, se habría convertido en el rey más poderoso del mundo, y no estaba dispuesta a consentirlo. Sin esta intromisión inglesa en los asuntos de España, Felipe V habría sido coronado rápidamente, evitando esa guerra que duró tanto y en la que combatieron más soldados extranjeros que españoles.
Hay que recordar que Felipe V fue aclamado en Cataluña a su llegada y que solo los episodios que tuvieron lugar al final de la contienda, cuando la hubo abandonado Inglaterra, porque la situación europea había cambiado y Francia ya no era la nación hegemónica. Además del daño que hizo Inglaterra entrometerse en un asunto que no le incumbía, al irse se apoderó de Menorca y Gibraltar. Como daños colaterales surgieron en España los nacionalismos periféricos.
Si Felipe V hubiera podido ser nombrado rey en primera instancia, sin ninguna guerra de por medio, ahora no tendríamos que sufrir a los bárbaros catalanistas, cuyo respeto por la ley, por las formas, por la educación, por la convivencia cívica es inexistente.
El Reino Unido se niega a devolver Gibraltar, y los demás países de Europa y del resto del mundo también demuestran más pragmatismo que amor por la justicia. Puede la ONU decir lo que quiera sobre este asunto, que la Gobernadora Suprema de la Iglesia de Inglaterra (tampoco le da vergüenza ostentar este título) no la va a obedecer y a los demás países les dará lo mismo.

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