lunes, 19 de noviembre de 2018

Puigdemont adula a los belgas

De ese modo puede entenderse su alianza, o proyecto de alianza, con el abyecto personaje etarra. Otegui jamás se ha arrepentido, ni seguramente puede hacerlo, por falta de fuerzas, de las maldades que ha hecho a lo largo de su vida, sino que sigue intentando hacer todo el daño que puede.
Los belgas sienten simpatía por los etarras y el prófugo procaz comparte abogado con algunos de ellos.
Dicen que Puigdemont, con este acto, se ha quitado la careta. Nunca la ha llevado. Fue elegido por Mas precisamente por su falta de escrúpulos. La cara de pillastre le delata. Y sus acciones como presidente del gobierno regional catalán más todavía. Se creía impune y se rio de la justicia públicamente, pero cuando debía comparecer para dar cuenta de sus actos huyó como una gallina, como un Dencás. Todas sus bravatas quedaron en agua de borrajas «caló el chapeo, requirió la espada/ miró al soslayo, fuese y no hubo nada».
Puigdemont está bien en Bélgica, protegido por la justicia de ese país, como algunos etarras. Le pagan la estancia, come gratis y mantiene una ficción que le interesa. A sus seguidores la alianza con Otegui no les parece mal. De hecho, muchos de ellos se han abrazado con el etarra y fotografiado con él. Así son.
También dicen que La Moncloa, ocupada por otros felones, prepara un guiño para Cataluña. Mentira. Prepara un guiño para los golpistas. La Cataluña sensata y decente observa la actualidad con preocupación y temor. Saben que el descalabro económico ya no se puede evitar, aunque algunos, para infundir optimismo a la población autóctona, dicen que se necesitarán veinte años para revertir la situación. Tal como están las cosas hay que considerar la posibilidad de que Cataluña no se recupere nunca.
Eso a Puigdemont no le importa. Y a los belgas tampoco.

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