sábado, 6 de abril de 2019

El suicidio asistido de María José Carrasco

Su marido al ayudarla a suicidarse se arriesgó a sufrir las consecuencias legales a que pudiera dar lugar su acción, pero lo hizo para ahorrarle sufrimientos.
En vida no había más perspectiva que el dolor y si hubiera podido valerse por sí misma lo habría hecho a solas.
No se puede impedir el suicidio de nadie, salvo que, como era el caso de esta señora, no lo pueda hacer a solas.
Ahora bien, legislar sobre este asunto es espinoso y más todavía si quien pretende hacerlo es un tipo tan egoísta y tan irresponsable como el actual presidente del gobierno.
No tardará mucho en legalizarse la eutanasia, porque cada vez hay más jubilados y menos trabajadores y un buen número de ancianos, aunque también de no tan ancianos, adquiere unas enfermedades de muy costoso tratamiento y para el Estado, y también para muchos familiares de esos enfermos que no tengan la abnegación entre sus cualidades, sería muy práctico poder mandar al otro mundo a aquellos en los que se dieran estas circunstancias.
La decisión de los interesados que desearan seguir viviendo mientras fuera posible sería muy fácil de sortear. Una vez autorizada la eutanasia los subterfugios para que el poder haga lo que le dé la gana se multiplican. Y al hablar del poder no digo que sea de derechas ni de izquierdas, porque lo cierto es que Sánchez, el actual ocupante de la Moncloa, con la ayuda de los seres más despreciables, no necesita el dinero que se ahorraría el Estado si pudiera matar a cien o doscientos mil de golpe, porque a él no le importa endeudar a las generaciones futuras, porque serán las de los ‘mataos’, como se les llama coloquialmente entre las elites del dinero. Ya se está despabilando él para que sus hijas formen parte de los privilegiados.

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