sábado, 20 de abril de 2019

Sánchez ya no debería engañar a nadie

Se le ha visto el plumero tantas veces al presidente del gobierno que todo el mundo debería saber que nada de lo que diga tiene valor.
Dice que los nacionalistas no son de fiar, como si él lo fuera. Mientras que Iglesias va prometiendo independencias por donde pasa, con el fin de arañar algún voto más, siempre de la clase de público que le puede votar a él, Sánchez niega que vaya a hacer eso, porque sabe que la mayoría de sus votantes no se lo aceptaría. Lo niega ahora, luego veremos qué es lo que más le conviene. Mientras tanto, envía a la ministra Batet a calmar a los catalanistas con mensajes tranquilizadores para ellos, pero indignos para un gobernante. No pasa nada, la seña de este gobierno es la cara dura. Tanta que han pillado al propio Sánchez visitando en secreto al conde de Godó, dueño de un medio de comunicación. Luego presumen de demócratas, a pesar de que los dos son conscientes, porque no son tontos del todo, de que dan asco. Es miseria moral lo suyo.
El tipo que dijo: «usted no es decente, señor Rajoy», como si él lo hubiera sido alguna vez, le ordena a la oposición que no insulte. Decir que tiene la cara muy dura y que jamás dice la verdad no es insultarlo.
Tiene como socios de gobierno a terroristas y hace como que quiere inhabilitar a Vox, lo que no puede ser cierto viniendo de él, sino que cabe sospechar que en realidad pretende generar una ola de simpatía hacia este partido, para que le quite votos al PP.
Dado que ya lleva un tiempo suficiente para ello en el escaparate, se puede afirmar que no hay ni un gramo de bondad en él, que toda su persona se compone de egoísmo y ambición, y que carece por completo de escrúpulos. Yo no sé si pasaría el test de Robert Hare.

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