martes, 2 de abril de 2019

Entre Sánchez y Lacalle

Lacalle es un economista que se gana la vida en la empresa privada y Sánchez es un político que se dice economista y que es posible que algún día trabaje en la empresa privada, a la vista de lo arraigada que está la costumbre de las puertas giratorias, pero que si lo hace lo hará en condición de florero.
Tal como él tiene a los ministros, al astronauta por ejemplo. Pero no solo al astronauta.
Sánchez es un señor que jamás dice la verdad, a pesar de eso los hay que lo creen cuando promete garantizar las pensiones. Lo que sí que está haciendo, a la chita callando, aunque salta a la vista, es endeudar a varias generaciones futuras. El único modo de garantizar las pensiones es generar riqueza, porque si no hay dinero no se pueden pagar. No hace falta saber tanta Economía como Lacalle para darse cuenta de eso.
Se pone serio Sánchez para tergiversar a Lacalle, para engañar a los incautos que le creen, pero Cervantes ya pilló a los tipos como él: «Cubre el traidor sus malas intenciones/ con rostro grave y ademán sincero,/ y adorna su traición con las razones/ de que se precia un pecho verdadero.».
Por más serio que se ponga Sánchez, sus antecedentes, ‘Doctor cum Fraude’, y sus hechos, alianza con la peor ralea de España, deberían poner sobre aviso a los electores, sobre todo a los socialistas, porque ese es capaz de acabar con todo, no solo con España y con el Estado del Bienestar, sino también con el PSOE. Con todo.
Si Lacalle denuncia el fraude, el peligro que nos acecha, le muerden, le tergiversan, le atacan. Borrell se indigna a veces, pero ahí está, de ministro en este gobierno miserable. El que no se indigna es el astronauta. Marlasca tampoco. La de Cabra sí, pero no con quien debe. Hay una ministra que tiene tendencia a la risa floja, o sea, que es feliz en este gobierno. 

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