viernes, 26 de abril de 2019

El mozo Donaire, como todos

Hay independentistas que, al no estar tocados del ala, por lo menos no totalmente, acabaron por darse cuenta de que el único modo que tienen los de su cuerda de lograr la independencia para Cataluña es mediante una guerra.
Este simple planteamiento ya demuestra la maldad del propósito. Quien piense que merece la pena hacer una guerra con ese fin es rematadamente malvado. Otra cosa sería si Cataluña estuviera sometida y sus habitantes sufrieran hambre y penurias. Pero es al contrario, son los catalanistas quienes tienen sometidos a los que no piensan como ellos.
El caso es que dado que los catalanistas saben que no tienen madera de héroes, sino que a la mínima se rajan, como el tal Donaire, y se tragan sus chulerías previas, e incluso los hay que se han convertido en prófugos, aunque ilusoriamente se autodenominan de otra manera, han intentado conseguir sus objetivos de una manera menos airosa: embarrando el campo y procurándose la complicidad de los indeseables que pululan por el mundo, que no son pocos.
Incluso socios institucionales de España y de los que, por tanto, cabía esperar una actitud leal han demostrado que no son de fiar. Y ahí están Marchena, aguantando lo que no toca, echando mano de su paciencia, porque ya no se fía de otros jueces, y Llarena cariacontecido, viendo que su amor por la justicia y su fe en ella no son tan comunes como quería pensar.
Estos catalanistas, tan taimados como ridículos, tan malvados como tenaces, sirviéndose del dinero que les han ido regalando los sucesivos gobernantes de España, se han esmerado en tejer redes de propaganda y tergiversación y en sobornar y agasajar luego a quienes caen en sus redes. Uno de ellos, J. Fuster, traidor para los valencianos.
No hay que olvidar, ante las próximas elecciones, que estos pájaros de cuenta se abrazan a Otegui y que tanto este etarra como ellos piden el voto para Sánchez. 

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