miércoles, 15 de febrero de 2017

El amor de Mas por Cataluña

Borges dice que la duda es el otro nombre la inteligencia, pero Mas no duda. Tiene una idea fija. Supuestamente, se está sacrificando por el bien de Cataluña, o sea, por los catalanes. Está llevando a cabo una serie de actos que en su opinión han de repercutir en un futuro que desea próximo a mejorar las condiciones de vida de los catalanes.
No ha tenido en cuenta que su opinión puede ser errónea. Tampoco se ha preguntado si en su empeño por ayudar a los catalanes no conseguirá lo contrario, o sea, perjudicarlos. Y si se lo ha preguntado, es obvio que no le importa. A estas alturas un dirigente responsable debería darse cuenta de que el prestigio de Cataluña está por los suelos. Ya no se trata sólo de las finanzas catalanas, que no inspiran ninguna confianza a los inversores, sino que en su empeño de internacionalizar lo que ellos, los catalanistas, llaman el proceso se vienen cubriendo de ridículo, y ya lo catalán va siendo visto en España y en el mundo con más prevención que respeto, e incluso con burla y desprecio. El descrédito de Cataluña, tan nocivo para el bolsillo de los catalanes, puede ser irreversible.
Sin embargo, hay un buen número de catalanes que no merecen eso, porque no han perdido la chaveta y son respetuosos con las leyes y los procedimientos. Mas, y los que le han sucedido en el cargo, se arrogan la representación de Cataluña, pero luego resulta que sólo gobiernan para una parte de ellos, la peor precisamente, la que acosa e insulta a la fiscal jefa de Barcelona por hacer su trabajo.
Y este es otro de los daños, también muy grave, que están haciendo Mas y sus sucesores, sin olvidar tampoco a su antecesor, a los catalanes, al inducirlos a degradarse moralmente, a pasarse las leyes por el forro, a amar la mentira y odiar la verdad, a faltar al respeto a las personas decentes.
El amor de Mas por Cataluña y los catalanes es muy raro.



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