sábado, 22 de julio de 2017

Pedro Sánchez en el País Vasco

Como si dijeras un poeta en Nueva York, Lituma en los Andes, el general en su laberinto, Cristóbal Colón en las Indias, Marco Polo en la corte de Kublai Kan, ¡ay, Pedro!
Hace tres días, como quien dice, uno de su partido le preguntó ante las cámaras: Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación? Y no tenía ni puta idea.
Y ahora se planta en el cogollo del meollo va y dice: El País Vasco es una nación.
Menos mal que se ha metido a político y no a cirujano. Supongamos que va a operar a una chica y ella exclama:
¡Uy, qué médico tan guapo me ha tocado! ¿Cómo se llama usted? Pedro, diría él.
Al cabo de un tiempo le parecería despertar de la anestesia y vería a un señor con barba ante ella. Dígame, Pedro, ¿tanto tiempo ha durado la operación? Se equivoca, señorita, respondería él, yo soy san Pedro. Usted está aquí porque la ha operado uno que no tiene ni puta idea, pero es muy atrevido con las cosas de los demás, con las suyas lleva más cuidado. Pedro Botero, otro Pedro, le tiene echado el ojo y no lo va a dejar escapar.
En sus calderas está desde hace tiempo, Sabino Arana, que es un orate que pretende que todos los diablos hablen en vascuence, cosa que ni los etarras que van cayendo por allí, que son todos los que mueren, porque si muchos de ellos han podido eludir la cárcel de ese destino no podrá escapar ninguno.
Cuando esté con ellos, Pedro Sánchez podrá asistir al relato de sus ‘hazañas’ en primera fila y escuchará que asesinaron -ellos dirán que ejecutaron- al conde de Aresti, a Miguel Ángel Blanco, a Joseba Pagazaurtundúa, a Francisco Tomás y Valiente, a Manuel Broseta, a Gregorio Ordóñez, y a tantos otros más, por la patria vasca.
Y entonces Pedro Sánchez dirá: Ya sabía yo que el País Vasco es una nación.

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