sábado, 16 de diciembre de 2017

A vueltas con el dialecto catalán

Quienes hayan llamado por teléfono a alguna gran empresa catalana, pongamos La Caixa o Gas Natural, habrán tenido que escuchar dos locuciones, una en catalán y otra en español, en un intento por igualar el dialecto que el químico Pompeyo Fabra quiso convertir en lengua, hace cuatro días, como quien dice, con la española, que lleva siglos generando obras literarias de gran nivel.
Pero es que además, en la versión catalana de esa locución de bienvenida se percibe un aire de superioridad que desaparece cuando pasa al español, cuando el tono es mucho más educado y cordial.
Según explica el digital catalán más leído, dolcacataluña punto com, que pone de los nervios a los separatistas, J. Pla, el genial escritor catalán, no consideraba que Pompeyo Fabra tuviera muchos conocimientos lingüísticos, pero no era el único en pensar así. El Padre Batllori tampoco lo tenía en mucha estima.
Por si faltara poco, a esos inicios espurios hay que añadirles la cantidad de millones gastados en comprar voluntades, y ya se sabe que el dinero ablanda a los espíritus más fuertes y otros se dejan llevar por la corriente, de modo que personajes ilustres han caído en la ignominia de dar por ciertas cosas que no son.
Al dinero gastado en esto hay que añadir el ejército perfectamente adiestrado de catalanistas que de forma metódica han ido insuflando ‘su verdad revelada’ sobre la grandeza de la supuesta lengua catalana a lo ancho y lo largo del mundo. Un día se les va a desplomar el castillo de naipes y van a llorar como plañideras.
El nacionalismo es una enfermedad y la paranoia, con sus delirios de grandeza y sus manías persecutorias, no le es ajena. Esos delirios, que se perciben en cualquiera de los nacionalistas, les lleva a inventárselas cada vez más gordas y a creerse sus propios inventos, que entre otras cosas, consiste en apropiarse de lo que no es suyo.


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