lunes, 24 de septiembre de 2018

Espada y los francotiradores

No es santo de mi devoción Espada y no me extrañaría que tampoco lo fuera, y por los mismos motivos que en mi caso, de Carlos Martínez Gorriarán. Tsevan Rabtan explicó algunas de sus características personales y basándome en esto puedo añadir que tampoco es de mi interés.
Ahora bien, una persona que se precie ha de darle la razón a quien la tiene, sea quien sea, y en el caso por el que los francotiradores, amparados en el anonimato y parapetados tras las almenas han dado en dispararle a discreción la razón es toda de Espada.
El propio Tsevan Rabtan ha traducido al lenguaje políticamente correcto, pero sobre todo para que la entienda todo el mundo, la frase con la que los de siempre pretenden hacer sangre. Creo que ha hecho un esfuerzo innecesario, porque incluso, y aunque parezca difícil de creer, el propio Rufián entiende que lo que quiso decir el articulista es que a ese no se le puede tomar en serio.
Encima algunos, en su intento de ofender, ¡vaya ignorancia!, han celebrado la respuesta de Rufián tildándola de irónica.
Los enemiguitos surgen siempre que vislumbran la posibilidad de ajustar cuentas, aunque sea cogiendo el rábano por las hojas, atendiendo únicamente a la literalidad de lo escrito, aunque lo que se haya querido decir con ello sea obvio y no tenga nada que ver con las acusaciones que se propagan.
Hay personas moralmente enfermizas que precisan de ocasiones como esta para dar rienda suelta a su afición a lapidar, a su necesidad de condenar al impuro, para así sofocar sus propios sentimientos de culpa, su íntima convicción de que en realidad no valen ni para tacos de escopeta, como se decía antiguamente.
Quienes logran conservar la cabeza sobre sus hombros y la capacidad de discernir saben perfectamente que Rufián merece su apellido y que por el camino que lleva cuando haya desaparecido se podrá decir de él que no ha aportado nada bueno a la humanidad.

No hay comentarios: