domingo, 9 de septiembre de 2018

Los cien días de Pedro Sánchez

«Aquí yace un famoso cardenal / que hizo en vida mal y bien. / El bien que hizo lo hizo mal; / el mal que hizo lo hizo bien», es el epitafio que jamás se le escribió al cardenal Richelieu y que bien podría servir, salvando que está vivito y coleando, para los cien días de Pedro Sánchez, y los que nos esperan.
Un presidente del gobierno que recibe en La Moncloa a majaretas con el churro amarillo en la solapa no es un presidente digno. Toma el pelo a los ciudadanos, con el fin de ser aceptado por ellos, pero no los respeta. Es que además ha alcanzado la presidencia del gobierno gracias al apoyo de esos majaretas y de otros no menos impresentables. En estas condiciones, aunque muchos no lo crean así, ni cabía ni cabe esperar nada bueno. Solo se puede confiar, hasta cierto punto, que el temor a que muchos votantes socialistas abran los ojos en lo que respecta a su persona puede frenar a este presidente tan ambicioso como falto de escrúpulos, porque la opinión de al mitad la mitad de los españoles le trae al fresco, cuando no le motiva directamente a hacer el mal.
La Unión Europea, por su parte, puede echar una mano a los españoles impidiendo unos derroches y frenando parcialmente otros, porque si este gobierno, y teniendo en cuenta sus apoyos, tuviera las manos libres la catástrofe sería mayúscula.
El problema de España, como el de casi todos los países del mundo en la actualidad, es que las alternativas que hay tampoco invitan a echar las campanas al vuelo. Tanto Pablo Casado como Riverita parecen más maniobreros de poca monta que hombres de Estado, pero también parece claro que fuera de estos dos no hay más que desierto o infierno, por lo que no queda más remedio que optar por el mal menor. 

No hay comentarios: