martes, 11 de septiembre de 2018

Otra diada más, ¿hasta cuándo?

Sólo una mente retorcida, preñada de maldad y de malasombra, pudo seleccionar la fecha de una supuesta derrota como fiesta regional.
El motivo no puede ser otro que el de insuflar odio y deseos de venganza en la población. Las personas de mente sana y llenas de amor a su pueblo eligen fechas festivas y alegres, para que las gentes del lugar disfruten y que su gozo sea el germen del compañerismo, de la amistad y de la concordia.
En cambio, los malnacidos que eligieron la derrota, y el deseo de segarles el cuello a quienes a continuación y de modo arbitrario fueron señalados como enemigos, han de inventar la derrota, tergiversando todo lo que haya que tergiversar y manipulando el sentido de la historia. También han de hacer caso omiso del deber de agradecer la ayuda recibida. La Guerra de Sucesión fue una guerra europea, más que española, en la que primero se trató de evitar que Francia se convirtiera en la nación más poderosa del mundo, y posteriormente que lo fuera Alemania. Los sinvergüenzas lo cuentan de otra manera.
Fue precisamente a raíz de Felipe V cuando Cataluña comenzó a progresar, a costa de las demás regiones españolas. Los privilegios y ventajas que se le fueron concediendo a Cataluña fueron desventajas que tuvieron que sufrir las demás regiones españolas.
Lo mejor que se podría hacer por Cataluña, que debe su prosperidad al sacrificio de las demás regiones españolas, es fomentar la gratitud entre los catalanes.
La gratitud es propia de los espíritus elevados, del mismo modo que el deseo de venganza surge en las gentes más mezquinas. Fomentar la gratitud hacia quienes se han sacrificado tanto por Cataluña es elevar el espíritu de los catalanes, mientras que avivar el rencor sirve para envilecer a los ciudadanos, o sea, multiplicar a los rufianes.

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