jueves, 6 de junio de 2013

El ciudadano ante la renovación del Tribunal Constitucional

Cuando digo ciudadano me refiero a uno normal, de los que trabajan y pagan impuestos, o quieren trabajar y pagar impuestos, no a un delincuente como Otegi y similares, o alguno de esos elementos cuya capacidad de raciocinio está secuestrada por algún partido político. Tampoco me refiero a esos que viven de la política o del circo montado en torno a la política.
Me refiero al ciudadano que desea lo mejor para su país, porque sabe que en la mayor parte de las veces lo mejor para su país será lo mejor para él. Lo mejor para casi todos, en este caso, sería la total independencia del Poder Judicial con respecto a los otros poderes. Es la única manera de que un ciudadano pueda confiar en la Justicia. Obviamente, los jueces no son perfectos e incluso en el caso de que fueran totalmente independientes podrían dictar muchas sentencias equivocadas o injustas, pero en estos casos no se podría culpar al sistema, sino que habría que hacerlo individualmente en cada uno de los casos en que ocurriera.
Desgraciadamente, los intereses de los partidos políticos no coinciden con los de los ciudadanos. Lo que pretenden los partidos políticos es acaparar todo el poder que puedan. O sea, el poder sobre los ciudadanos. Y para tener tanto poder como quieren necesitan tener sometidos a los jueces, porque si éstos fueran independientes podrían obligar a los políticos a respetar las leyes que ellos mismos ponen.
Si los jueces hubieran sido independientes desde el principio hubieran podido meter en la cárcel a todos los que tuvieron que ver con el 23-F, aunque fueran dos mil, como dejó caer Calvo-Sotelo, y de haber actuado así no es probable que ahora estuviéramos en crisis.
De modo que para el ciudadano no tiene demasiado interés el hecho de que el Tribunal Constitucional sea más de derechas o más de izquierdas.

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