sábado, 8 de junio de 2013

La inocencia de Pepiño

Es evidente que si se hila fino no hay nadie que sea inocente. Uno que no ha movido un dedo por los indefensos promete que el año que viene irá claramente mejor. También es cierto que en España casi nadie mueve un dedo por los indefensos. Como mucho, los utilizan como coartada. Y les exigen el voto (es que es de tontos que los pobres voten a las derechas).
Rubalcaba ha dicho que pone la mano en el fuego por Pepiño. Yo creo que Rubalcaba es capaz de poner no una mano sino las dos por todos, menos por él. ¿Quién mejor que él mismo para saber todas las que ha hecho? (González Pons se desgañita diciendo las tonterías de siempre, y todos se lo toman a guasa. Sin embargo, en su partido lo aprecian. ¡Qué cosas tan raras tiene la política española!).
Pepiño es inocente, claro. Creía que no lo iban a pillar en la gasolinera. En España se ha impuesto la costumbre de dar los cargos más importantes a los tipos más ineptos que vagan por el territorio patrio. Y así nos va. No sólo en la política. También en los bancos y cajas de ahorros. E incluso en la prensa. No hay más que ver en cómo va quedando El País. O ese otro que preside un Grande de España, y que va dejando claro que detrás de la palabra Grande no hay nada que la sostenga. Entre otros.
Pepiño es inocente, claro. De algo ha de ser inocente. Como todos. De las maldades que ha hecho en el desempeño de sus cargos no lo es, pero en esto, como también ocurre con los demás políticos, rige la ley de la impunidad. Gastan grandes cantidades de dinero público en cosas que perjudican a la mayoría y la única reacción que consienten es el aplauso incondicional.

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