jueves, 27 de junio de 2013

Algunos sindicatos defienden a las oligarquías catalanas

Tal y como está montado el negocio político en España las cosas no pueden ser de otra forma. Conviene aclarar que el negocio es bueno para quienes reciben dinero de los impuestos y malo para quienes los pagan.
Alguien con mando en plaza dijo que el dinero público no es de nadie. No es necesario decir su nombre puesto que lo suyo no fue una opinión personal, sino que se limitó a expresar lo que estaba en el ambiente en el que se desenvolvía. Un ciudadano paga sus impuestos, y si es pobre lo hará vigilado muy de cerca por Hacienda, y una vez que ha pagado ese dinero ya no tiene ni idea de lo que los políticos van a hacer con él. ¿Algo que redunde en beneficio de todos? Es dudoso.
En Cataluña, por ejemplo, se echa un buen puñado de billetes en un pesebre. Y gracias a eso puede surgir luego algo nunca visto en el mundo. Un editorial conjunto de al menos una docena de periódicos podía ocurrir en la antigua Alemania Democrática, pero no en la Alemania Federal. En España también hay un pesebre para los partidos políticos, que no viven de las cuotas de los afiliados, sino del dinero de los impuestos. Como consecuencia, los afiliados no pintan nada. Tienen dos opciones: intentar medrar en el partido a base de sonrisas, codazos y zancadillas, o irse.
En los sindicatos ocurre algo parecido. No dependen de las cuotas, sino del dinero que no es de nadie y que les puede caer a ellos. Unos gobernantes les dan más y otros les dan menos. Y eso lleva a que en lugar de defender los intereses de los trabajadores miren más por su propio negocio. Las huelgas y las movilizaciones pueden tener una intencionalidad distinta de la que se presume.
Que algunos sindicatos adopten posturas nacionalistas, cuyos beneficiarios son cuatro oligarcas mal contados, es una aberración.
 
 

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