Visto desde cierto ángulo no deja de ser injusto que si en un examen hay diez copiando y sólo pillan a uno éste se lleve un suspenso y los otros nuevo quizá un sobresaliente, pero si se permite copiar, porque “examinarse es un derecho del alumno”, con ello desaparecerá la tradición artesana con la que hasta ahora se ha intentado burlar la prohibición.
Famoso fue en su día el caso de aquellos dos examinandos que daban muchos golpecitos sobre la mesa con el lápiz, hasta que en un momento dado el examinador comenzó a dar golpecitos también con el suyo. Luego explicó que había dicho lo siguiente: “Yo también sé Morse. Estáis suspendidos”. No trascendió si esos dos habían hecho lo mismo, con éxito, en otros exámenes. También los hubo que recurrían a la tecnología en tiempos en que todavía estaban muy lejanos los móviles, pero los trucos de este estilo sólo servían para pocas veces, puesto que una vez descubierto ya no se podía repetir.
Lo más habitual consistía en hacer chuletas, muchas veces, verdaderas obras de artesanía. Tal vez, al confeccionarlas, el estudiante aprendía lo suficiente como para no tener que utilizarlas. Creo que algunos incluso las vendían. Eran verdaderas obras de arte que luego había que aprender a manejar, memorizando también dónde estaba cada cosa. Otros, u otras, sumamente atrevidos, escribían sus chuletas en partes muy íntimas, contando con que aunque el profesor, o profesora, sospechara algo, difícilmente se atrevería a pedir que les mostraran la zona. Tampoco faltaban, o faltan, los profesores que tienen un tornillo suelto y enseguida se imaginan, sin que sea verdad, que alguien está copiando. Este es un peligro que los alumnos han de sortear también. Si se generaliza la nueva normativa de la Universidad de Sevilla, desaparecerá el peligro y desaparecerá la artesanía. Quien haya olvidado un dato, lo consultará sin más y al no intentar disimularlo será más difícil que lo pillen.
'El fundamentalismo democrático'
Famoso fue en su día el caso de aquellos dos examinandos que daban muchos golpecitos sobre la mesa con el lápiz, hasta que en un momento dado el examinador comenzó a dar golpecitos también con el suyo. Luego explicó que había dicho lo siguiente: “Yo también sé Morse. Estáis suspendidos”. No trascendió si esos dos habían hecho lo mismo, con éxito, en otros exámenes. También los hubo que recurrían a la tecnología en tiempos en que todavía estaban muy lejanos los móviles, pero los trucos de este estilo sólo servían para pocas veces, puesto que una vez descubierto ya no se podía repetir.
Lo más habitual consistía en hacer chuletas, muchas veces, verdaderas obras de artesanía. Tal vez, al confeccionarlas, el estudiante aprendía lo suficiente como para no tener que utilizarlas. Creo que algunos incluso las vendían. Eran verdaderas obras de arte que luego había que aprender a manejar, memorizando también dónde estaba cada cosa. Otros, u otras, sumamente atrevidos, escribían sus chuletas en partes muy íntimas, contando con que aunque el profesor, o profesora, sospechara algo, difícilmente se atrevería a pedir que les mostraran la zona. Tampoco faltaban, o faltan, los profesores que tienen un tornillo suelto y enseguida se imaginan, sin que sea verdad, que alguien está copiando. Este es un peligro que los alumnos han de sortear también. Si se generaliza la nueva normativa de la Universidad de Sevilla, desaparecerá el peligro y desaparecerá la artesanía. Quien haya olvidado un dato, lo consultará sin más y al no intentar disimularlo será más difícil que lo pillen.
'El fundamentalismo democrático'
1 comentario:
La Evaluación en el proceso educativo implica tener en cuenta no solo el fondo de ella sino la forma en que se da, en el contexto adecuado. En la evaluación final del ciclo o año, para considerar la comprobación de la adquisición de conocimientos y habilidades, si hay que tener en cuenta la honestidad como parte del aprendizaje. Formación en actitudes y valores.
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