Todavía no he comprado el libro “Mis conversaciones privadas con Franco”, pero hace años alguien comentó en un artículo en él se cuenta que a quienes más temía Franco era a los bancos. Y que vaticinó con mucha antelación y acierto las fusiones bancarias que tuvieron lugar en los años 80. Ambas cosas me parecen creíbles.
Obama se propone limitar el tamaño de los bancos y ahora que están recientes el susto y la indignación por las actuaciones bancarias de los últimos tiempos puede ser el momento adecuado para llevarlos a cabo. Se va viendo que para efectuar cualquier reforma en los Estados Unidos, incluso las más lógicas y beneficiosas, como la de la sanidad, hay que vencer grandes resistencias. Es cierto que la reforma de la sanidad conlleva la pérdida de parte de la libertad individual, que es sagrada para ellos. Pero con esa pequeña renuncia se consigue algo mejor. En la actualidad el mundo cambia a velocidades de vértigo, en comparación con las posibilidades de los grandes grupos humanos para adaptarse a ellos.
La excusa para limitar el tamaño de los bancos es que son imprescindibles, no se les puede dejar asumir todos los riesgos que consideren oportunos, porque cuando tienen dificultades hay que salvarlos. Puesto que hay que salvarlos, habrá que ejercer algún control sobre ellos para que no incurran en prácticas peligrosas. El excesivo tamaño de los bancos les puede proporcionar un poder superior al del propio gobierno, lo que dificultaría la vigilancia de sus actividades. Y, luego, el rescate tendría un precio excesivo. Y no se trata sólo de limitar el tamaño, también habría imponer condiciones a los bonus, tan dañinos, puesto que incitan a buscar los beneficios a corto plazo. Este punto, si se limita o encorseta imponiendo determinadas condiciones, también puede llevar a pensar a los ciudadanos de Estados Unidos que se ponen cortapisas a esas libertades que creen tener y que a lo mejor no son tales.
Obama se propone limitar el tamaño de los bancos y ahora que están recientes el susto y la indignación por las actuaciones bancarias de los últimos tiempos puede ser el momento adecuado para llevarlos a cabo. Se va viendo que para efectuar cualquier reforma en los Estados Unidos, incluso las más lógicas y beneficiosas, como la de la sanidad, hay que vencer grandes resistencias. Es cierto que la reforma de la sanidad conlleva la pérdida de parte de la libertad individual, que es sagrada para ellos. Pero con esa pequeña renuncia se consigue algo mejor. En la actualidad el mundo cambia a velocidades de vértigo, en comparación con las posibilidades de los grandes grupos humanos para adaptarse a ellos.
La excusa para limitar el tamaño de los bancos es que son imprescindibles, no se les puede dejar asumir todos los riesgos que consideren oportunos, porque cuando tienen dificultades hay que salvarlos. Puesto que hay que salvarlos, habrá que ejercer algún control sobre ellos para que no incurran en prácticas peligrosas. El excesivo tamaño de los bancos les puede proporcionar un poder superior al del propio gobierno, lo que dificultaría la vigilancia de sus actividades. Y, luego, el rescate tendría un precio excesivo. Y no se trata sólo de limitar el tamaño, también habría imponer condiciones a los bonus, tan dañinos, puesto que incitan a buscar los beneficios a corto plazo. Este punto, si se limita o encorseta imponiendo determinadas condiciones, también puede llevar a pensar a los ciudadanos de Estados Unidos que se ponen cortapisas a esas libertades que creen tener y que a lo mejor no son tales.
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