Un joven de hoy en día, nacido años después de la muerte de Franco, cultivado y, por tanto, lleno de dudas, opta por votar a un partido de derechas y sólo por eso ya es considerado por Carrillo como malo. A Carrillo no se le pasa el odio a la derecha y con este bagaje cuando se acierta en algo es por casualidad. Ahora ha dicho el anciano líder político que la izquierda está desconocida, mientras que la derecha ha cambiado muy poco desde 1936. Eso sólo se lo creen los que quieren.
Pero la mentira gorda de Carrillo ha venido cuando ha dicho que la crisis no la ha desencadenado Zapatero ni los sectores económicos españoles, sino que es una crisis mundial. Esa fue la postura oficial del gobierno, hasta que le resultó imposible mantenerla. La crisis no la ha desencadenado Zapatero, pero hay consenso entre los analistas económicos en que retrasó dos años la toma de medidas por motivos electorales. Miente Carrillo cuando dice que la crisis es mundial, porque la burbuja inmobiliaria española hubiera estallado de todos modos. No lo hizo por culpa de la crisis mundial, sino que ésta dificultó todavía más la solución. A estas alturas, Carrillo ha de saberlo.
De modo que teníamos dos crisis, la mundial que hace que vengan menos turistas y que los extranjeros compren menos viviendas, y la propia nuestra; mientras tanto, el gobierno no tomaba medidas, que en buena lógica debió haber tomado cuatro o cinco años antes, porque no le convenía. Zapatero lo hace bien, dice Carrillo.
Muchos pensionistas han perdido sus viviendas, porque avalaron a sus hijos y ahora ni unos ni otros tienen donde vivir. A Carrillo estas personas le importan muy poco. Sólo le interesa dejar constancia de su sectarismo. Estremece que no le importe mentir para sostener sus tesis.
Pero la mentira gorda de Carrillo ha venido cuando ha dicho que la crisis no la ha desencadenado Zapatero ni los sectores económicos españoles, sino que es una crisis mundial. Esa fue la postura oficial del gobierno, hasta que le resultó imposible mantenerla. La crisis no la ha desencadenado Zapatero, pero hay consenso entre los analistas económicos en que retrasó dos años la toma de medidas por motivos electorales. Miente Carrillo cuando dice que la crisis es mundial, porque la burbuja inmobiliaria española hubiera estallado de todos modos. No lo hizo por culpa de la crisis mundial, sino que ésta dificultó todavía más la solución. A estas alturas, Carrillo ha de saberlo.
De modo que teníamos dos crisis, la mundial que hace que vengan menos turistas y que los extranjeros compren menos viviendas, y la propia nuestra; mientras tanto, el gobierno no tomaba medidas, que en buena lógica debió haber tomado cuatro o cinco años antes, porque no le convenía. Zapatero lo hace bien, dice Carrillo.
Muchos pensionistas han perdido sus viviendas, porque avalaron a sus hijos y ahora ni unos ni otros tienen donde vivir. A Carrillo estas personas le importan muy poco. Sólo le interesa dejar constancia de su sectarismo. Estremece que no le importe mentir para sostener sus tesis.
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