El hecho de que se ponga en marcha esta campaña, cuyos resultados tendremos que ver, supone ni más ni menos que el reconocimiento de que nuestra clase política es incapaz. Y quizá más que atribuir el fracaso a la clase política habría que hacerlo al sistema. Es curioso, por otro lado, que uno de los artífices del citado sistema sea uno de los promotores de la Fundación Confianza, que es la que ha comenzado la campaña.
Miquel Roca i Junyent fue uno de los más influyentes constructores de lo que iba a ser una democracia, pero que con pasos firmes y constantes derivó en la actual oligarquía que, con absoluta imprudencia, ha provocado la crisis en la que estamos inmersos y que ahora se pretende que paguen quienes menos culpa tienen. Aparte de que los partidos han acabado convirtiéndose en oligarquías, los partidos nacionalistas, en uno de los cuales milita el propio Roca, se llevaron la parte del león.
Lo procedente sería que se tomara aquella época de la Transición como un ensayo, o un boceto, para comprobar cómo funciona antes de hacer el modelo definitivo. Habría que formar un gobierno provisional, y disolver todo y dejar sin efecto la Constitución, para refundar nuestra democracia, dotándola de mejores fundamentos y con armas para defenderse de los totalitarios, que son quienes ahora copan los cuadros de mando de los partidos.
Es difícil que los políticos tomen por sí mismos esta iniciativa. Ahora no hay un Adolfo Suárez que lo tenga todo estudiado y preparado, para lograr que nuestros políticos se hagan el hara kiri como aquellos de antaño. Debería ser la sociedad civil la que se uniera para decirles basta de incompetencia, basta de derroche, basta de mirar hacia otro lado, eludiendo la responsabilidad, cuando se avecina la catástrofe, y basta de seguir con la misma historia cuando la catástrofe ya la tenemos aquí y por lo visto para mucho tiempo. Para recobrar la confianza hay que barrer a quienes nos la han quitado.
Miquel Roca i Junyent fue uno de los más influyentes constructores de lo que iba a ser una democracia, pero que con pasos firmes y constantes derivó en la actual oligarquía que, con absoluta imprudencia, ha provocado la crisis en la que estamos inmersos y que ahora se pretende que paguen quienes menos culpa tienen. Aparte de que los partidos han acabado convirtiéndose en oligarquías, los partidos nacionalistas, en uno de los cuales milita el propio Roca, se llevaron la parte del león.
Lo procedente sería que se tomara aquella época de la Transición como un ensayo, o un boceto, para comprobar cómo funciona antes de hacer el modelo definitivo. Habría que formar un gobierno provisional, y disolver todo y dejar sin efecto la Constitución, para refundar nuestra democracia, dotándola de mejores fundamentos y con armas para defenderse de los totalitarios, que son quienes ahora copan los cuadros de mando de los partidos.
Es difícil que los políticos tomen por sí mismos esta iniciativa. Ahora no hay un Adolfo Suárez que lo tenga todo estudiado y preparado, para lograr que nuestros políticos se hagan el hara kiri como aquellos de antaño. Debería ser la sociedad civil la que se uniera para decirles basta de incompetencia, basta de derroche, basta de mirar hacia otro lado, eludiendo la responsabilidad, cuando se avecina la catástrofe, y basta de seguir con la misma historia cuando la catástrofe ya la tenemos aquí y por lo visto para mucho tiempo. Para recobrar la confianza hay que barrer a quienes nos la han quitado.
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