domingo, 28 de febrero de 2010

Pablo Ibar, en el corredor de la muerte

Estados Unidos, como los demás países del mundo, incluida España, tiene tradiciones de las que le cuesta desprenderse. Como si por tratarse de algo que se ha venido haciendo desde antiguo otorgase derechos especiales. Una de esas tradiciones estadounidenses es la pena de muerte, ya de por sí brutal. Yo no la respaldaría ni siquiera para el cristalero infame o De Juana.
La brutalidad se engrandece si se tiene en cuenta que en Estados Unidos se castiga con ella con mucha facilidad a quien no tiene para defenderse. La organización Innocence Project ha logrado la exculpación de muchos inocentes que habían sido condenados a la fatídica pena de muerte. El español Joaquín José Martínez es un buen ejemplo de la ligereza con la que los tribunales de aquel país sentencian con la pena capital. Dado que el mismo ha dicho que sin la presión social no hubiera podido escapar de la muerte, sería bueno que el gobierno español tomara cartas en el asunto de Pablo Ibar.
Zapatero se presenta como un paladín en la lucha contra este horrendo castigo, que pone a la nación innecesariamente al mismo nivel que los peores asesinos. Puesto que las naciones tienen otros recursos para defenderse del crimen, no deberían caer tan bajo. Pero si Zapatero está en contra de la pena de muerte debería saber también que el movimiento se demuestra andando. El diario La Razón ha publicado hoy una entrevista con Pablo Ibar. En ella explica que le dejan ir una vez a la semana a la biblioteca de la cárcel, en donde puede estar dos horas. Allí busca algo que le pueda ayudar en la apelación. En Florida se puede elegir entre morir por inyección letal o la silla eléctrica. El verdugo cobra 150 dólares por el trabajo.

1 comentario:

Leona catalana dijo...

La pena de muerte es indigna.
Nadie tiene derecho a matar, por mucho que se revista con disfraces vacuos.
Y allí, en yankilándia, se suele aplicar demasiado alegremente.
Sabemos que se han "ajusticiado" a muchos inocentes, probado cuando era ya demasiado tarde.

La pena de muerte rebaja al que la dicta al mismo nivel exacto que el presunto asesino.

Sobre esta noticia, recuerdo que abrí mi primer blog a continuación de haber firmado la petición de revisión de Joaquín José Martínez que apareció en el periódico Qué!. Es algo que nunca se me olvidará.

Pablo Ibar es sobrino del mítico Urtain aunque esto no tenga nada que ver.
No se trata de apellidos célebres, sino de interpretar la Justicia de manera racional. Y matar nunca será racional. Se cae por su propio peso.

¿Zapatero?... ¿Ese quien es?... No me suena...

Ojalá Pablo Ibar y muchos más logren lo que Joaquín José.