No cabe duda de que somos mayoría, así que no hay ninguna vergüenza en confesar esto. No obstante, hay mucha información sobre El Bulli en los medios, y desde que ha anunciado el cierre para dentro de dos años todavía más. Digo yo que habrá anunciado el cierre con esa antelación porque debe de tener la agenda llena hasta ese momento. Dicen que hay que pedir cita con mucha antelación.
Juli Capella habla en El Periódico del deseo, o costumbre en otros, de abstraerse del mundo y concentrarse en la comida. A él, particularmente, le ocurrió en El Bulli. También Manuel Lloris, q.e.p.d., en uno de sus artículos en Las Provincias explicó su parecer de que la comida es un acto íntimo y, por tanto, debía realizarse a solas.
Pero también hay otros modos de pensar, puesto que el acto de comer puede considerarse como eminentemente social. Se debe comer con la mayor pulcritud posible, conteniendo la emoción que produce el bocado al paladar, lo que no significa que no exista. En la charla con los otros comensales se debe evitar cualquier asunto conflictivo, buscando, por el contrario, motivos que resulten del agrado de todos. La comida en estas condiciones es doblemente placentera, porque se disfruta de la comida y de la compañía.
El mismo Juli Capella cuenta más cosas de El Bulli: sirven muchos platos, que son cuadrados y van casi vacíos; a cada plato le acompaña una explicación; el personal del restaurante, maître, sumiller, camareros siempre está por las cercanías. En estas condiciones cabe deducir que a El Bulli no se va a comer (o a cenar), sino que se asiste a un espectáculo, para el que se pide cita, como en la Seguridad Social, y al final hay que aplaudir (olvidemos el pagar, porque según Cela hablar de dinero es de mala educación –creo que él sí que habló de dinero alguna vez, pero se trataba de una cantidad grande, lo que le habían ofrecido por sus manuscritos-).
En una entrevista a un jugador de baloncesto, le preguntaron por su restaurante favorito, y respondió:
- A, B, El Bulli, D, E, hay muchos.
Juli Capella habla en El Periódico del deseo, o costumbre en otros, de abstraerse del mundo y concentrarse en la comida. A él, particularmente, le ocurrió en El Bulli. También Manuel Lloris, q.e.p.d., en uno de sus artículos en Las Provincias explicó su parecer de que la comida es un acto íntimo y, por tanto, debía realizarse a solas.
Pero también hay otros modos de pensar, puesto que el acto de comer puede considerarse como eminentemente social. Se debe comer con la mayor pulcritud posible, conteniendo la emoción que produce el bocado al paladar, lo que no significa que no exista. En la charla con los otros comensales se debe evitar cualquier asunto conflictivo, buscando, por el contrario, motivos que resulten del agrado de todos. La comida en estas condiciones es doblemente placentera, porque se disfruta de la comida y de la compañía.
El mismo Juli Capella cuenta más cosas de El Bulli: sirven muchos platos, que son cuadrados y van casi vacíos; a cada plato le acompaña una explicación; el personal del restaurante, maître, sumiller, camareros siempre está por las cercanías. En estas condiciones cabe deducir que a El Bulli no se va a comer (o a cenar), sino que se asiste a un espectáculo, para el que se pide cita, como en la Seguridad Social, y al final hay que aplaudir (olvidemos el pagar, porque según Cela hablar de dinero es de mala educación –creo que él sí que habló de dinero alguna vez, pero se trataba de una cantidad grande, lo que le habían ofrecido por sus manuscritos-).
En una entrevista a un jugador de baloncesto, le preguntaron por su restaurante favorito, y respondió:
- A, B, El Bulli, D, E, hay muchos.
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