viernes, 6 de diciembre de 2013

Hablar bien de Nelson Mandela

Es muy fácil habler bien de Nelson Mandela. Todos lo hacen. Incluso los hay que lo llaman con el cariñoso apelativo de Madiba.
Más difícil es imitarle. Y ese sería el verdadero homenaje que se le debería hacer. Si cada uno tratara de asumir como propios los principios que inspiraron la vida de Nelson Mandela, no cabe duda de que el mundo mejoraría a la velocidad de crucero.
Lo que ocurre, sin embargo, es que quienes medran merced a su habilidad para azuzar el odio entre unos y otros, incluso tratando de reabrir heridas ya cerradas, o intentando mantener vivos odios seculares, vienen ahora a glosarnos la vida de Mandela y a explicar que es un ejemplo. Es cierto, pero ellos son los primeros en no seguirlo.
Fue un hombre, este negro con el alma tan grande, que fue tentado por el odio, de forma muy sugerente y continuada a lo largo de muchos años. Y supo resistir a esa tentación de odiar. De modo que esos que se empeñan en recordar la batalla de Almansa no deberían hablar de él en términos elogiosos sin hacer antes propósito de enmienda.
Burlar las leyes, o saltárselas o interpretarlas según convenga tampoco es un buen homenaje a Nelson Mandela, que pasó tantos años en la cárcel en penosas condiciones. Unos van a la cárcel por una causa justa y otros se saltan las leyes, porque pueden y gozan de impunidad. Eso es una burla. Quizá algunos de quienes actúan así engolen la voz para hablar de Mandela.
Otros incitan a saltarse esas mismas leyes que les permiten estar en las condiciones en que están. Me refiero a los nacionalistas que hoy se niegan a celebrar la Constitución. Eso es odio puro, gratuito y generado por el interés. Nada que ver con Nelson Mandela. No me extrañaría nada que Otegui, Arzalluz, Azpiazu, Mas, Duran Lleida, Eguiguren, y otros aparecieran alabando a Mandela.

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