martes, 4 de marzo de 2014

Le Pen y el nacionalismo

No cabe ninguna duda de que las ideas de Marine Le Pen son nacionalistas, claramente nacionalistas, de modo que es asimilable a Urcullu, Mas, Eguíbar, o Rahola, que fiel a su estilo, gastó en Facebook una broma de muy mal gusto al Príncipe. Esta mujer se inventa lo que quiere con total desparpajo.
El discurso de Le Pen, que ya califiqué como una zanahoria atada a un palo, ha caído bien en todos los sectores nacionalistas, incluidos los españoles, que también los hay, aunque son bastante inferiores en número a los que dicen los nacionalistas catalanes y vascos.
Una de las zanahorias de Le Pen es esta:
"Yo apuesto por la prioridad nacional. A competencias iguales, en Francia los empleos deben reservarse para los franceses, y considero normal que España haga lo mismo".
“Deben” reservarse. ¿Y cómo se consigue esto? ¿Cómo se mide la competencia? Son deseos que, además, destilan egoísmo por todos los poros y ya se sabe que el egoísmo está tan extendido que el hecho de invocarlo proporciona un ingente número de votos.
Conviene tener en cuenta dos cosas. Los medios de comunicación, Internet, la televisión, etc., muestran a todo el mundo cómo se vive en determinados lugares del planeta. Esos mismos medios de comunicación, en sus foros y demás, muestran también que el porcentaje de salvajes entre quienes viven en los países civilizados es más o menos idéntico al de quienes viven en los países por civilizar, lo que motiva a grandes multitudes a tomar la determinación de emigrar, incluso arriesgando sus vidas, y muchos la pierden. El único modo de frenar esa tendencia es ayudar a sus países de origen a desarrollarse.
No es que haya que abrir de par en par las puertas a los inmigrantes, sino que conviene ser realistas en este punto y, sobre todo, tener en cuenta que el nacionalismo no lleva a ningún sitio decente.

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