lunes, 19 de octubre de 2015

Esas campañas contra el acoso

No diré nada contra quienes promueven las campañas contra el acoso escolar, laboral, inmobiliario o de cualquier otro tipo, a los que supongo bienintencionados, al menos en la mayoría de los casos.
Sí que quiero decir que me parece que sirven para poco, porque cada vez son más los casos. Creo que no exagero si afirmo que muchos de los que se adhieren a esas campañas e incluso afirman que el acoso es una práctica horrenda, lo han hecho alguna vez, lo están haciendo, o lo harán. Ellos, sus hijos, o ambos a la vez.
Quizá lo estén haciendo y no sean conscientes. Estas cosas, aunque parezca increíble, ocurren. O acaso sí sean conscientes, pero si alguien se lo echa en cara reaccionen enfadándose y explicando los 'matices'. La cosa da risa y reconozco que reír un poco es sano, pero advierto que la risa excesiva puede ser peligrosa.
Creo que el acoso se da más en unos países que en otros y que, precisamente, se da más en aquellos países en los que la justicia no es independiente, como ocurre en el caso de España.
El número de los necios es incontable, y los necios tienden a conjurarse. Un necio que no participe en una conjura es un necio inquieto. Cuando la justicia no es independiente, las posibilidades que tienen los necios de quedar impunes crecen exponencialmente.
Para erradicar el acoso habría que acabar previamente con los necios, pero eso es imposible, porque se reproducen de todos los modos posibles. Además, los necios no se reconocen como tales. Más de uno puede haber sido galardonado con una medalla y por eso mismo ya se cree que no lo es.
Cuando surge un necio en el mundo se le puede reconocer por este signo: Tiene una necesidad imperiosa de conjurarse.

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